Herbert, Goyo y Félix, en la Cruz de Ferro |
Hoy nos tocaba subir a la Cruz de Ferro, los
nervios estaban ahí, al menos para mí que era el que menos subía, ¡1500 metros! Al recoger las bicis me percaté de que no
tenía el casco, pensando pensando, creo que me lo dejé en la recepción del
albergue, la cuestión es que no estaba, dejé mi número de teléfono por si
aparecía pero no apareció, así que arrancamos la subida, ahí nos adelantó Alfonso, fue una subida dura, pero asequible. Llegamos a la Cruz, dejamos las
piedras que trajimos desde Gotor, nos hicimos varias fotos. Le dijimos a Herbert que nos íbamos rápido
hasta Ponferrada a intentar comprar un casco, como él bajaba muy despacio,
quedamos en mensajearnos al teléfono.
Hoy lo invitamos nosotros a cenar, lamentablemente nos
dieron unos espaguetis de hace mil años, lo menos importante fue la comida,
seguimos compartiendo nuestra experiencia, hablando con él me dijo que su nieto
se llamaba Noah, igual que mi sobrino pequeño, era una simple curiosidad pero
me resultó familiar. Al día siguiente
nos tocaba el examen más difícil, el puerto de O Cebreiro. Paseo por el pueblo, por la orilla del rio,
cervezas por algún bar, y pronto a dormir.
Bajamos tan rápido que pasamos por alto dos puntos
importantes de la bajada, Manjarín, en este lugar se encuentra el último
templario que hay en España, más tarde nos contaron que llevaba un mes
ingresado y que no hubiéramos podido ver nada.
El otro lugar que nos perdimos fue Molinaseca, recuerdo pasar por el
pueblo a toda velocidad y a un así recuerdo que era muy bonito.
Llegamos a Ponferrada enseguida, compré otro casco y continuamos, creo
que casi todo por carretera, yo tenía la sensación de que me iba a faltar
tiempo, ¡error!, recuerdo parar a comprar Voltaren en Villafranca del Bierzo,
una plaza muy bonita, sellamos en la oficina de Turismo y seguimos por
carretera. No recuerdo dónde almorzamos.
Empezamos a ir por debajo de todos los
viaductos horribles de la autopista, llegamos a Vega de Valcarce. Tomando unas cervezas mientras
esperábamos alojamiento recuerdo escuchar a unos adolecentes que que estaban
haciendo el camino a pie, que al día siguiente iban a coger un taxi para evitar
el puerto de O’cebreiro, ellos se habían tomado el camino como una fiesta y no
les apetecía sufrir. Nos alojamos en una casa preciosa, “El Recanto” se
llamaba, con un jardín grandísimo, con la pega de que había un viaducto
gigantesco encima, dormimos “under de bridge”.
Nos instalamos en una habitación doble muy chula; le enviamos
un mensaje a Herbert, y nos dijo que venía, así que, se instaló en otra
habitación en la misma casa, y estuvimos los tres allí tan ricamente, a pesar que otros peregrinos nos
dijeron que no íbamos a poder dormir por el ruido de los coches y camiones que
pasaban por el viaducto.
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